Parecía que nunca llegaría, pero llegó y como todas las experiencias hay que contarlas desde la distancia, sin ser atrapado por las emociones momentáneas y sobre todo porque después de un tiempo se saborean mejor.
Salimos de Puertollano de madrugada con el convencimiento de no dormirnos en el camino, ya que teníamos por delante 8 horas de avión, pero el reto era difícil, viajar de madrugada en una cómoda furgoneta hace que a cualquiera le den ganas de cerrar los ojos. Primera etapa superada: llegamos a la T4, a la inmensa T4.
Antes de entregar las maletas tuvimos que responder a una serie de preguntas estúpidas, la caída de los dos grandes iconos de la ciudad de Nueva York ha hecho mucho daño por allí. Después descubriríamos que los miles de controles que creíamos que había que pasar a nuestra llegada a USA se solventarían con un breve interrogatorio de cinco minutos, sobre a qué íbamos al país.
Siguiente etapa, el viaje en avión, era la primera vez que me montaba en un aparato de tales características, había escuchado historias de todos los colores sobre ellos, pero mi experiencia fue decepcionante. No me corrió ningún escalofrío ni al aterrizar ni al despegar, que lástima, ya que esperaba sentir algo parecido a una atracción de la Warner.
Cuando entrabamos en la ciudad empezó una especie de colocón que no se me pasaría hasta dos días después, no podía dejar de mirar con asombro todo lo que se levantaba a mí alrededor. Llegada al hotel y primer paseo por esa magnífica ciudad, el primer lugar en el que nos detuvimos, un puesto de perritos, una ilusión que todos habíamos adquirido de tantas y tantas películas que habíamos visto sobre la ciudad.
Seguimos andando y llegamos a la Quinta Avenida, donde confluyen las carreras de cientos de personas con la pose casi de estatuas de los que pisamos sus aceras por primera vez. Al pasear por esta calle te sientes como el actor principal de una producción de Hollywood, sólo que te falta la cartera llena de dólares para pasar a Tiffanys. Caminar por la Quinta Avenida será uno de esos recuerdos que se quedarán en mi mente para siempre, es impresionante pasear por una calle tan llena de vida.
Última parada del día: Time Square, el baile de luces más impresionante que jamás haya podido contemplar. Te sientes como la primera vez que vas a la feria y todas las luces de tu alrededor captan tu atención y no puedes mirar a todo lo que te gustaría a la vez; y el tiempo pasa y tú sigues sin saber dónde mirar porque todo lo que te rodea te fascina. Nueva York es la ciudad de las luces y Time Square es la bombilla más brillante.
Continuará…
¡Qué ganas de ir! Sigue describiendo sitios y así por lo menos se me quita el mono... I love NY!
ResponderEliminarno se puede describir mejor!!! pero para cuando la seguanda entrega??? supongo que tendras que mirar las fotos para recordadr a donde fuiste ( las seiscientas y pico que echaste) , a no ser que tengas buena memoria , al menos yo no m acuerdo el orden de los lugares visitados y de las anecdotas.
ResponderEliminarRube...tan grande como siempre.Me alegro que hayas disfrutado del viaje. Espero que nos veamos pronto y no tenga que conformarme solo con leer tu maravillosa descripción del lugar. Te mando un beso enorme y no olvides que te tengo muy presente siempre. La espontanea ;)
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